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La 13ª Conferencia Ministerial de la OMC, celebrada en Abu Dabi hace pocas semanas, concentró una serie de discusiones clave sobre el futuro de la gobernanza digital. Los debates ocurrieron lejos del ojo público y con la sociedad civil reportando patentes vulneraciones a sus derechos durante las negociaciones. En la ocasión, se adoptaron nuevos compromisos por limitar la acción de los gobiernos en materia de regulación de tecnologías, contrariando la presión por revisar medidas que ponen en jaque la soberanía digital de los países, especialmente del Sur Global.
Un pacto de desigualdad
Mientras agencias y organizaciones internacionales discuten mecanismos para construir un futuro digital basado en derechos, algunos Estados –a menudo aliados a intereses corporativos de su industria local– utilizan la agenda de comercio internacional para limitar el alcance y las posibilidades regulatorias de otros países. Uno de los ejemplos más conocidos de este tipo de estrategia es el de la moratoria sobre derechos de aduana.
Adoptada por la OMC en 1998, la medida prohíbe que los gobiernos apliquen impuestos aduaneros a “transmisiones electrónicas”. Si bien no hay una definición de “transmisiones electrónicas”, la moratoria ha implicado en la imposibilidad de tasación del comercio electrónico transnacional de servicios y productos, lo que incluye la compra de libros, películas, etcétera.
A la vez que –en más de dos décadas desde su adopción– el volumen y valor de tales transacciones escalaron a niveles estratosféricos, la medida se tornó una limitante a la posibilidad de distribución equitativa de los beneficios de la economía digital. Según documento presentado en 2021 por los gobiernos de India y Sudáfrica, “reconsiderar la moratoria es un factor crítico para que los países en desarrollo puedan preservar un espacio para regular la importación y generar valor a partir de un instrumento simple como los impuestos aduaneros y alcanzar la industrialización digital”.
En palabras del think tank South Centre, organización de investigación en políticas públicas que reúne diversos países del Sur Global: “sin claridad sobre la definición de las transmisiones electrónicas (TE) y, por tanto, sobre el alcance de la moratoria, la continuación de la moratoria de la OMC sobre los derechos de aduana sobre las TE puede dar lugar a importantes pérdidas de ingresos arancelarios para los países en desarrollo y menos desarrollados en el futuro”.
Las expectativas por no renovación de la moratoria en la 13ª Conferencia Ministerial era altas desde que Estados Unidos revisó algunas de sus posiciones en materia de comercio electrónico. Aún así, la medida fue renovada hasta la próxima Conferencia Ministerial de OMC, o el 31 de marzo de 2024, lo que ocurra antes, dice la decisión final sobre el tema.
Mucho más allá del comercio
La moratoria para transmisiones electrónicas es solo un ejemplo de los impactos que tratados de comercio pueden tener en la autonomía de los Estados en materia de políticas de tecnologías y sus consecuencias. Sin embargo, está lejos de ser la única materia de preocupación relacionada a derechos digitales.
Otro punto de atención son las discusiones alrededor de Iniciativa Conjunta sobre comercio electrónico (JSI, por su sigla en inglés). La declaración, impulsada inicialmente por el gobierno de Estados Unidos, viene debatiéndose desde 2017 y tiene como objetivo generar una regulación más amplia sobre el comercio electrónico. La novedad es que el JSI busca tratar temas que van mucho más allá del comercio, como la transferencia internacional de datos, la localización de datos, el acceso a códigos fuente, la neutralidad de la red, entre otros.
Otro problema con el mecanismo de “iniciativas conjuntas” es que se trata de negociaciones iniciadas por un grupo de países, abierta a participación de todos, pero sin necesidad de seguir los protocolos de la OMC sobre decisiones basadas en consenso. Por ese motivo, países como India, Namibia y Sudáfrica han cuestionado su legalidad.
La decisión de Estados Unidos, en octubre de 2023, de cambiar algunas de sus posiciones en la OMC se refería precisamente a la retirada del apoyo al texto en discusión. En la ocasión el gobierno estadunidense manifestó que se encuentra en una fase de revisión a su posición sobre el tema, con el objetivo de tener más “espacio regulatorio”.En otras palabras, esperan poder regular internamente cuestiones que antes se discutían en el ámbito de las políticas exteriores y los acuerdos comerciales, a menudo con Estados Unidos empujando acuerdos globales favorables a su industria.
La decisión de Estados Unidos fue celebrada por miembros de la sociedad civil, que hace años reivindican la necesidad de discutir de manera transparente cuáles serán los impactos negativos de este texto en los países en desarrollo. Como apunta una carta firmada por más de 60 organizaciones, el gobierno estadounidense “se ha dado cuenta ahora de que estas disposiciones cierran el espacio político para una regulación esencial”.
Según los facilitadores Australia, Japón y Singapur, hubo avances significativos en el JSI durante la última Conferencia Ministerial y un “acuerdo es esperado” para mediados de 2024.
¿En beneficio de quiénes?
La OMC fue fundada en 1995 y su declarado objetivo principal es “ayudar a sus Miembros a utilizar el comercio como medio para elevar los niveles de vida, crear empleos y mejorar las vidas de las personas”. Pero las discusiones sobre comercio no se toman solamente en el ámbito de la OMC. Al contrario, un sinnúmero de acuerdos regionales o bilaterales sobre comercio internacional replican y profundizan los desafíos mencionados, avanzando sobre temas cruciales en la agenda de derechos digitales.
A pesar del “slogan” de promover “la apertura del comercio en beneficio de todos”, más de dos décadas de debates sobre comercio electrónico reflejan una política que, en la práctica, prioriza el beneficio de pocos. Más bien, el beneficio de los de siempre. La estrategia de mantener dispersión de acuerdos mediante negociaciones en la OMC, foros regionales o negociaciones internacionales hace muy difícil avanzar en una agenda que resista esas barreras. En un contexto en que muchos países de América Latina buscan avanzar una agenda de soberanía digital y regular las empresas de tecnologías y la inteligencia artificial, el primer paso es poner fin a las imposiciones de los tratados de comercio.
El segundo paso, como ya apuntó el Secretario General de la ONU, es encontrar maneras de aprovechar las tecnologías digitales para el beneficio de todes. Aún en sus palabras, necesitamos impulsar “arreglos de gobernanza que impidan su mal uso” y “moldear la innovación para que refleje valores universales humanos y proteja el planeta”. A través de la cooperación internacional que va más allá del comercio, como por medio del Pacto Digital Global y otros procesos, tenemos una oportunidad única –y quizás la última– de avanzar en esa visión en los distintos frentes de debates políticas globales en curso. Para eso, es fundamental que los gobiernos latinoamericanos no solo se comprometan con tal agenda, pero aboguen, ellos mismos, por una mayor transparencia y apertura en las negociaciones de comercio, aunque empezando por discusiones a nivel nacional.