Cuál fue el papel que ocupó el desarrollo técnico en el exterminio y cómo narrar la masacre son dos de las grandes preguntas que planteó el fin de la Segunda Guerra Mundial. Son preguntas todavía pertinentes hoy, a casi tres semanas de que las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) comenzaran un bombardeo implacable sobre la Franja de Gaza, tras los ataques terroristas de Hamás del 7 de octubre, donde murieron 1400 personas —en su mayoría civiles— y más de 200 fueron tomadas como rehenes.
Las acciones de Hamás y sus horrorosas consecuencias merecen nuestra total condena. Israel tiene derecho a defenderse, rescatar a los rehenes y buscar justicia. Pero, tal como recordaba el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, frente al Consejo de Seguridad, incluso la guerra tiene reglas. A pesar de ello, a lo que ya es un territorio ocupado en condiciones propias de una prisión al aire libre, sujeto a bloqueo para la circulación de bienes, se sumó el bloqueo de servicios y de ayuda internacional, junto a una campaña de bombardeo aéreo sobre blancos civiles (supuestamente albergando a Hamás), que a su vez antecede a una anunciada invasión terrestre. Como señaló Guterres, “esos atroces ataques no pueden justificar el castigo colectivo del pueblo palestino”.
Las palabras de Guterres generaron indignación en el gobierno israelí, acusándole de justificar la masacre. El ministro de Asuntos Exteriores de Israel, Eli Cohen, canceló una reunión programada con Guterres, y el enviado de Israel ante la ONU, Gilad Erdan, pidió su dimisión, al punto que el Secretario General tuvo que realizar una rueda de prensa donde denunció una tergiversación de sus declaraciones.
Mientras tanto, la principal agencia de la ONU que trabaja en Gaza debió interrumpir sus operaciones por falta de combustible y el sistema de salud ha colapsado: las instituciones sanitarias están saturadas y no tienen agua ni higiene suficiente. El gobierno israelí ordenó el bloqueo total en la zona: ni electricidad, ni comida, ni agua, ni combustible, mientras la castigada población de Gaza quedaba incomunicada por cortes de internet. A la fecha, alrededor de siete mil personas han muerto en Gaza producto de los bombardeos, incluyendo a casi tres mil niños y niñas. El resto de la población no tiene forma de escapar, pues la región está sujeta a un bloqueo militar. Algunas provisiones han comenzado a llegar desde la frontera con Egipto, pero no son suficientes.
Estamos frente a un castigo colectivo y a una crisis humanitaria.
El silenciamiento de las víctimas
Los cortes de electricidad e internet en Gaza tienen el efecto de empeorar la crisis humanitaria, al limitar el acceso a la información de calidad, impedir la documentación de abusos de derechos humanos, cercenar las capacidades para reportar noticias, intercambiar información sobre necesidades o disponibilidad de ayuda, o encontrar a seres queridos de entre las miles de personas sepultadas bajo los escombros, producto de los ataques aéreos de la IDF.
Aparte del silencio por la imposibilidad de conectarse a internet, la forma en que se ejerce la expresión en internet ha estado afectada por décadas. La reacción del gobierno de Israel a las declaraciones de Guterres dan cuenta de una lógica que impone una falsa dicotomía que impide una discusión seria, donde cualquier discrepancia con las decisiones del gobierno israelí es vista como apoyo a Hamás o la denegación del derecho a la defensa de Israel. Se trata de una lógica maniquea que por largo tiempo ha redundado en una forma dispar de tratar la ocupación en Gaza frente a eventos como la invasión rusa en Ucrania.
Esta lógica se tradujo literalmente a Instagram: El usuario de TikTok ytkingkhan subió un video mostrando como su biografía en la plataforma, que contenía la bandera de palestina y la frase ٱلْحَمْدُ لِلَّٰهِ” —que significa “Alabado sea Dios”— era traducida automáticamente como “Alabado sea Dios, los terroristas palestinos están luchando por su libertad”. Instagram agregaba la palabra “terroristas” a la traducción, la que desaparecía al remover la bandera.
Tras la publicación, Meta se disculpó y enmendó el error, pero no es la primera vez que se documenta la mala administración de contenidos en favor de Palestina en sus plataformas. En septiembre de 2022, Human Rights Watch detectó una aplicación excesiva de las normas relativas a moderación de contenidos a los contenidos publicados en árabe, y una moderación insuficiente de aquellos publicados en hebreo. Durante las últimas semanas, distintas usuarios y usuarias han denunciado la supresión de contenidos, restricciones a las cuentas y “shadow-banning” tras realizar publicaciones relativas al conflicto en Gaza.
Este tipo de situaciones no se limita a Meta. 7amleh, el Arab Center for the Advancement of Social Media, documentó más de 103.000 casos de discurso o incitación al odio en hebreo de 120.000 publicaciones realizadas, principalmente, en la plataforma antes conocida como Twitter, recopiladas entre el 7 y el 18 de octubre. YK Hong publicó un video en Instagram donde mostraban las diferencias en las respuestas que distintos sistemas de inteligencia artificial daban frente a la pregunta por Israel y Palestina. Consultado si las personas en Israel merecían ser libres, el sistema de ChatGPT respondía concluyentemente que sí. Pero cuando se le preguntaba si las personas de Palestina merecían ser libres, ChatGPT partía explicando que se trataba de un tema polémico.
Del mismo modo, cuando Alexa aparecía configurada en modo infantil y se le preguntaba qué estaba ocurriendo en Palestina, el asistente virtual explicaba que no podía entregar información de este tipo para niños y niñas. Pero cuando se le preguntaba qué estaba ocurriendo en Israel —en la misma modalidad— no dudaba en realizar un resumen pormenorizado de la situación.
La diferencia de criterios para tratar ambos lados del conflicto y la penalización en contra de los contenidos en favor de Palestina establecen limitantes artificiales a la discusión en línea, que en este caso —de una forma u otra— son funcionales a la masacre que está sufriendo la población civil en Gaza.
Todos los derechos para todas las personas en todo el mundo
Las empresas de tecnología deben garantizar el respeto y la protección de las voces palestinas en sus plataformas y de su derecho a la libre expresión, al igual que las de todas las personas, especialmente aquellas que documentan violaciones de derechos humanos y utilizan las tecnologías en defensa de su propia vida y la de sus familiares. Para ello, deben asumir su responsabilidad y dejar de ser parte activa en el silenciamiento y las atrocidades contra la gente en Palestina.
Manifestamos nuestra solidaridad con toda la población civil que ha sufrido las consecuencias de la violencia y esperamos el alto al fuego y una pronta solución al conflicto, además de sumarnos a los llamados para abordar las causas de la violencia y el fin de las condiciones de abuso, de manera que se garantice el pleno ejercicio de derechos humanos para todas las personas que habitan la región de Gaza.