Esta semana, los diarios de tecnología a nivel mundial volteaban la mirada (de nuevo) hacia Facebook. Esta vez no se trataba de alguna nueva revelación que sumar a la incontable cantidad de pruebas respecto al manejo abusivo de datos por parte de esta empresa, ni de comparar la innegable fidelidad del deep fake que ha circulado en las redes. Ahora las notas cubrían el lanzamiento de un nuevo producto: una moneda llamada Libra.
Pero Libra no es el tema de esta columna, que tampoco trata de las recurrentes acusaciones sobre las políticas opacas, ni el mercado de los datos con los que esta empresa ha hecho fortunas millonarias; esta columna aborda un tema que, si bien no fue tan sonado como los casos ya mencionados, definitivamente podría cambiar por completo el entorno de internet en México: la conversación (virtual) que establecieron el Presidente Andrés Manuel López Obrador y Mark Zuckerberg.
Para comenzar a trazar los matices de este intercambio internacional -del cual muy poco se ha compartido con el público- partamos por identificar a los principales actores:
Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México
Como ya hemos tratado en columnas anteriores, desde que asumió el cargo parece ser que la agenda en materia digital ha sido abandonada; principalmente en cuanto al desarrollo de las nuevas versiones de la Estrategia Digital Nacional y la Estrategia Nacional de Ciberseguridad, aplicables a su administración.
Ambas propuestas responden a una necesidad evidente ante el creciente uso de las tecnologías de información y comunicación, en un país donde el clima para la libertad de expresión se hace cada día más hostil mientras la violencia contra periodistas, la brecha digital y la desigualdad económica actúan en detrimento de las oportunidades para que estrategias de la sociedad civil –como las redes comunitarias– despunten como alternativas en la promoción de tecnologías descentralizadas, autónomas y accesibles.
Una de las promesas del ahora presidente es justamente brindar “internet gratis en todo México”, misma que -más allá del sensacionalismo- podríamos atribuir a un profundo desconocimiento de lo que implica la infraestructura de internet (el mantenimiento de la red y los dispositivos a través de los cuales se pretenda el acceso, o de la infraestructura necesaria para sostener y alimentar el consumo de electricidad por parte de todos esos sistemas, etc.); sin embargo, tratándose de un político con tanta experiencia, no podemos caer en semejante ingenuidad.
Más allá de la cálida invitación a la colaboración que le extendió a un actor tan controversial como Mark Zuckerberg, es interesante que -hasta ahora- el mandatario no haya hecho reconocimiento ni ofrecido apoyo a esfuerzos existentes de la sociedad civil en cuanto al despliegue de redes comunitarias: soluciones locales, viables y pertinentes para resolver los retos de conectividad en el país.
Mark Zuckerberg, CEO de Facebook
Después de una larga y controversial trayectoria liderando proyectos que han estado en el ojo del huracán por los constantes abusos reportados en torno a la explotación de datos sin consentimiento, este empresario no sólo ha innovado en cuanto a plataformas sociales sino que también ha puesto en marcha sus epifanías más altruistas en regiones marginalizadas donde cualquier esperanza de acceso tuviese eco suficiente para desencadenar funestas consecuencias.
Tal fue la experiencia de las personas de Myanmar, quienes -tras ser expuestas a un constante sesgo de información a través de Free Basics- vivieron episodios violentos potenciados por propaganda y cadenas de desinformación que recibían constantemente a través del servicio ofrecido por la empresa de Zuckerberg. Para el grupo rohinyá, minoría étnica en la región, esta polarización de la información devino en genocidio y desplazamiento de sus sobrevivientes. Para el equipo de Zuckerberg, estos no fueron motivos suficientes para retirar el proyecto, apelando a que “su compromiso por brindar el servicio las personas prevalecería” mientras que investigadores revelaban la forma en que este proyecto permitía a Facebook obtener los datos de navegación de las personas que accedían a internet a través de Free Basics (datos claramente redituables).
A pesar de esta experiencia, el espíritu del incansable emprendedor no cesó e incluso logró posicionar sus productos en otras latitudes; entre ellas: México, país donde -a través de operadores móviles como Virgin Mobile- Free Basics lleva alrededor de cuatro años en operación y al alcance de quienes aún usen teléfonos con tecnología SIM.
Otros caminos posibles…
Ahora se presenta la oportunidad de retomar la conversación sobre internet, para entender qué es, qué habilita y por qué necesitamos mantener los ojos abiertos ante los discursos tecnoptimistas que pretenden darnos “gato por liebre”. La información es poder y es en ese poder donde recaerán nuestras posibilidades no sólo de exigir al gobierno que garantice el acceso a internet (calificado como un derecho constitucional desde el año 2013), sino de ser capaces de verificar que los servicios que asegure el Estado mexicano cumplan con las condiciones establecidas: condiciones que garanticen a las personas el acceso a la información, sin estar supeditadas a las letras pequeñas de productos o servicios que no son internet.
Free Basics no es el único producto que parte de lo que conocemos como Zero-rating o tasa cero, una práctica controversial entre los proveedores de servicios de internet que menoscaba y limita el acceso a la red a conveniencia de sus intereses, vulnerando el principio de neutralidad de la red y lo que llamamos “Internet Abierta”: un enfoque que busca asegurar que el acceso a internet no esté impedido por incompatibilidad técnica, administración no apegada a buenas prácticas o abusos de poder en la transmisión de datos… Es decir, estos productos se oponen a la prestación de servicios de internet que habiliten el acceso indiscriminado a los contenidos que circulan en la red, sin sesgos, censura o restricciones opacas que beneficien particularmente los intereses de empresas o gobiernos.
Claro, en un párrafo no es viable resumir la complejidad detrás de años de debate que dieron origen a conceptos como neutralidad de la red, internet abierta o tasa cero; sin embargo, es importante apelar a la historia y recordar que estas discusiones ya han tenido lugar en foros globales, regionales y locales donde se ponderaron las desventajas de promover estos productos ante las posibles colusiones y malas prácticas que surgirían tras brindar tanto poder sobre el acceso a los operadores de servicios (como Facebook).
Para reducir la brecha digital, necesitamos diseñar estrategias que permitan la adopción de tecnologías que reflejen los compromisos hacia las comunidades que harán uso de ellas; es urgente apuntar que la ausencia de políticas públicas claras en materia de desarrollo digital vulnera los derechos de las personas mexicanas. La falta de una agenda digital enmarcada en los derechos humanos, pinta un panorama desalentador para todos los otros derechos que se potenciarían a través de propuestas en torno las redes comunitarias (que actualmente se están promoviendo en el país) y el acceso a una internet abierta.
Es momento de habilitar espacios de diálogo que permitan la interlocución entre las comunidades técnicas, la sociedad civil, las empresas, la academia y el gobierno mexicano; para trazar caminos claros que den pie a la transformación del entorno digital del país y llevar el acceso a quienes carecen de él: apoyando las iniciativas ya existentes y promoviendo soluciones locales que nos libren de los colonialismos digitales y productos tan inaceptables que nos podrían ofrecer a cambio de un sesgo permanente y un pase libre a la explotación de nuestros datos.