¿Y qué significa hablar de mujeres en la teconología? Varias cosas a la vez, porque la tecnología no es una cosa nueva, no es solo internet y no son solo las redes sociales. Sin embargo, como sea que se entienda, a veces pareciera que es asunto de hombres: aquellos que discuten y se toman la vocería, aquellos que dirigen las empresas e instituciones, que negocian y gerencian las grandes compañías, que desarrollan y diseñan las plataformas donde nos comunicamos. Aquellos, también, que nos agreden por ser mujeres, por ser visibles, por ser feministas.
La negación distribuida del servicio de las mujeres se propuso para reclamar por la discriminación laboral que sufren las mujeres y personas no binarias que trabajan en la industria tecnológica, una brecha que en América Latina es más que evidente en cualquier escenario de participación económica y oportunidades. Pero no vayamos tan lejos.
En la industria tecnológica las mujeres participan en una proporción mucho menor que los hombres, tanto en los espacios educativos como en los laborales, tanto técnicos como creativos y directivos. Y vale decir que por ejemplo en el caso de la educación, la brecha ha aumentado con los años, en vez de disminuirse. Ahora, vamos por partes.
Si bien hay esfuerzos gubernamentales y corporativos por reducir ‘la brecha de género’ en el acceso a oportunidades en la industria, el problema no termina allí. La tecnología se sostiene con el trabajo de miles de personas sobre quienes tenemos muchos menos datos, además de las pésimas condiciones laborales en que se producen las infraestructuras, los dispositivos y los servicios que utilizamos. Condiciones que, por demás, son mucho peores para las mujeres y personas no binarias, ¿por qué?
Porque más allá de los indicadores y los esfuerzos, la discriminación y las brechas de género constituyen un problema cultural. Porque las mujeres están más llamadas a participar en actividades propias de su cualidades, tales como comunicar u organizar y por esto mismo, las personas no binarias difícilmente encajan en lo que se espera de ellas para el desempeño laboral. Porque, además, internet es un espacio de poder donde son los hombres quienes tienen las últimas palabras.
De otra parte, no son pocos los motivos para manifestarse frente a la variadas situaciones de explotación laboral que han traído las tecnologías: acoso permanente, control natal, amenazas a la estabilidad laboral, en algunos casos, vigilancia y control, entre muchos otros. En Francia, por ejemplo, recientemente se ha regulado el uso de tecnologías de la comunicación dentro y fuera del espacio laboral, en una decisión que podría significar una ganancia para los y las trabajadoras, o una oportunidad para que las empresas regulen el tiempo libre de sus empleados.
Como trabajadoras en el campo de la tecnología, como defensoras de los derechos digitales en América Latina, nos sumamos a la huelga porque consideramos necesario enriquecer las demandas, la crítica y la discusión al respecto. Desde Derechos Digitales llamamos a empresas y gobiernos a visibilizar, rendir cuentas y mejorar la situación de las mujeres en la tecnología, pero sobre todo, celebramos las iniciativas de mujeres y organizaciones por apropiar internet en todos los puntos de su cadena de producción. El 23 de febrero vestimos nuestras redes de #DDoW y permanecemos en paro.