Internet supone un problema para los que quieren tener poder sin ser auditados por la ciudadanía. Si la impunidad y la falta de transparencia es su regla, tanto ciudadanos comunes como periodistas y activistas que utilizan la red para denunciar, transparentar y/o informar, son ahora los enemigos. Acallar sus discursos es la consigna. ¿Los modos? Diversos. Todos con el mismo alarmante resultado: la censura y el menoscabo de la democracia. A continuación, solo algunos ejemplos latinoamericanos muy recientes.
Bajada de contenidos por copyright
Hace algunas semanas, Claudio Ruiz de Derechos Digitales escribía sobre el sospechoso caso ecuatoriano donde se utiliza la excusa del derecho de autor para bajar de Internet obras críticas a la gestión del Gobierno de Rafael Correa.
Es que bajo el copyright y el famoso “todo los derechos reservados” subyace la lógica de que todo lo que circula por la red requiere de permisos de sus titulares, aún cuando sea la voluntad del creador o del titular compartirlo, lo que muchas veces es aprovechado para pedir la baja de materiales que son incómodos para los que sustentan el poder. Así, la excusa del derecho de autor para ejercer censura se aprovecha tristemente de un sistema que en estos últimos años ha levantado cada vez más restricciones a la circulación de las obras.
El caso de Ecuador, lamentablemente, no es aislado en Latinoamérica. Dos ejemplos muy recientes se suman a esta peligrosa tendencia contra la libertad de expresión en la región. Uno es Brasil, donde se denuncia que se ha pedido la baja de videos en Youtube que son críticos al ahora ex candidato presidencial brasileño, Aécio Neves. Por su parte en México, el portal de noticias Sin Embargo ha recibido amenazas en sus propias oficinas para que baje de su web una foto que parece ser demasiado incómoda para un político del Partido Verde. ¿La excusa de ambos casos? ¡Bingo!: los derechos de autor.
Bloqueo de contenidos
A principios de octubre de este año, el Gobierno de Venezuela bloqueó el acceso al portal informativo argentino Infobae.com por “graves violaciones a la legislación” local al publicar imágenes del cadáver del diputado Robert Serra, asesinado el 1 de octubre.
La pregunta que subyace es si es proporcionada una medida tal como el bloqueo de todo un medio de comunicación por “mancillar el honor del joven diputado Robert Serra e irrespetar la integridad de su familia” (como declaró la ministra de Comunicación e Información), o si hay otras medidas que pueden perseguir, con el debido proceso, esta posible falta.
Para la directora de Libertad de Prensa del Instituto Internacional de Prensa, Barbara Trionfi, la decisión no parece servir a ningún interés legítimo y la calificó como censura previa, “algo que está claramente prohibido por la Convención Americana de Derechos Humanos que Venezuela ha ratificado”.
Detenciones y desapariciones
Pero las repercusiones de la muerte de Serra no quedan allí. Global Voices también informa de usuarios de Twitter detenidos, aunque poco se sabe de su paradero o condicional actual. El parlamentario oficialista, Christian Zerpa, confirmó las detenciones y aseguró que se trata de usuarios que “se burlaban” del diputado chavista asesinado.
Por su parte en México, al horror de los estudiantes de Ayotzinapa, se suma la desaparición y posible asesinato de María del Rosario Fuentes Rubio, la activista y colaboradora de la página de Facebook “Valor por Tamaulipas”. Todo parece indicar que el acto fue consecuencia de su trabajo en esta red ciudadana, que utiliza Internet para denunciar las actividades del crimen organizado en México y su colusión con funcionarios públicos. Por lo demás, hasta hoy se reporta que 27 tuiteros y blogueros han sido asesinados solo en Tamaulipas lo que, evidentemente, comienza a afectar a otros ciudadanos, que por miedo y desprotección optan por la autocensura.
Es que quizás ese sea el efecto que más remece a la democracia cuando estos ataques a la libertad de expresión quedan impunes: la amenaza que se cierne como una sombra sobre las cabezas de los ciudadanos que, de manera atendible, prefieren callar, dejando a los que detentan el poder el camino libre para no tener supervisión alguna.
En este contexto, el papel de los Estados democráticos es fundamental para proteger y fortalecer la libertad de expresión. Por eso celebramos la reciente audiencia conseguida por una serie de organizaciones de la sociedad civil (entre ellas, Derechos Digitales) ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, para presentar cómo los derechos fundamentales en Internet son afectados periódicamente en Latinoamérica. Esto puede ser clave para presionar a nuestros Estados a que actos como la censura en la red sean perseguidos y la ciudadanía se vea al fin protegida.