Tras el anuncio de la conformación de un “cuarto adjunto” a las negociaciones del TPP, hay que tener claro que un tratado realmente abierto no supone solo la generación de instancias de conversación local, sino que un compromiso activo y robusto para la construcción de un tratado que permita un país más democrático, plural y respetuoso de los derechos de todos los ciudadanos.
Durante años el TPP se ha negociado en secreto, siendo blanco de críticas de distintos sectores, tanto desde la industria como desde la sociedad civil, los sindicatos y la academia. Y durante todo este tiempo, cualquier requerimiento de transparencia que apuntara a saber más sobre este tratado fue sistemáticamente negado. Lo anterior es grave, pues este acuerdo económico compromete parte importante del modelo de desarrollo del país, con especial énfasis en temas sensibles como el acceso a medicamentos, los derechos de los consumidores, propiedad intelectual y derechos digitales.
Haciendo eco de lo señalado en su programa de gobierno, la Presidenta Bachelet anunció la creación de un “cuarto adjunto” que ayude a definir las posiciones de Chile en la negociación, con el objeto de otorgar más participación y transparencia a este opaco proceso.
Durante las últimas semanas de abril han sesionado distintos grupos temáticos convocados por el Gobierno, con participación tanto de representantes del sector privado como de la sociedad civil. Este proceso no puede sino recibirse con expectación y entusiasmo, dada la opacidad del proceso llevado adelante por el Gobierno anterior.
Sin embargo, el proceso no ha estado exento de críticas: pese a las declaraciones de las autoridades políticas, que han manifestado la necesidad de clarificar los beneficios reales que tiene para Chile ser parte de TPP, aún no existe información sobre algún estudio económico previo a la negociación que evalúe los eventuales beneficios para el país, por mencionar un ejemplo.
Otro: el “cuarto adjunto” de derechos de autor e Internet avisó de su conformación con solo una semana de anticipación y a menos de diez días de la próxima ronda de negociaciónes – que se realizará en Vietnam – sin que exista claridad respecto del lineamiento político que el Gobierno llevarán a Asia, ni la metodología de trabajo que se pretende implementar en el cuarto adjunto.
Pero hay un aspecto adicional. Distintas organizaciones sociales – incluyendo a ONG Derechos Digitales – han criticado la decisión del gobierno de no apoyar ni generar instancias de apoyo para la participación de la sociedad civil en las rondas de negociación. La constitución de un “cuarto adjunto” in situ, anunciado con menos de dos semanas de anticipación, y a realizarse en un lugar tan lejano como Vietnam, supondrá la exclusión implícita de quienes no cuenten con los recursos para poder asistir y, explícitamente, supondrá sólo una oportunidad más para que el lobby de la industria farmacéutica y la de los contenidos influya en las decisiones de nuestros negociadores.
La apertura y transparencia supone poder participar en igualdad de condiciones entre todos los actores involucrados en el proceso. El gobierno debiera asegurar la participación de todos ellos, incluyendo academia, sector privado y sociedad civil, con el fin de construir un real espacio de participación multisectorial que ayude a definir posiciones técnicas por el bien del país.
Un TPP realmente abierto no supone solo la generación de instancias no vinculantes de conversación local, sino que un compromiso activo y robusto para la construcción de un tratado que no entorpezca, sino que permita un país más democrático, plural y respetuoso de los derechos de todos los ciudadanos.