Escribir sobre Venezuela siempre representa un reto personal. No porque falte material para explicar la deplorable situación de la libertad de expresión en el país, sino porque esa situación no ha cambiado para mejor ni un ápice, es la misma situación sólo que peor. Los cercos que el régimen impone a la libertad de expresión y asociación pasaron de ser administrativos a legislativos, con un set de nuevas leyes que no disimulan sus intenciones. Solo por nombrar algunas: la Ley de Fiscalización, Regularización, Actuación y Financiamiento de las Organizaciones no Gubernamentales y Organizaciones Sociales Sin Fines de Lucro, la Ley Simón Bolívar Contra el Bloqueo Imperialista y en Defensa de la República Bolivariana de Venezuela, la Ley contra el odio, por la convivencia pacífica y la tolerancia, y el proyecto de ley contra el fascismo, neofascismo y expresiones similares. Todo un conjunto cuya aplicación genera el riesgo no solo de minimizar sino desaparecer las voces disidentes del país, afectando comunidades, activistas y organizaciones sociales que son críticas al gobierno.
Los afectados no son únicamente los medios de comunicación, quienes han enfrentado un largo historial de sanciones administrativas, desde la reducción del papel periódico hasta el cierre de canales y emisoras de radios. Y hasta peor aún, varios se han visto obligados a negociar su línea editorial para no dejar a toda una industria desempleada. La intrusión va más allá. No solo se monitorean las redes sociales sino que expresarse libremente a través de mensajería privada es cada vez más difícil. Incluso se han aplicado sistemas para delatar, con app incluida, dejando claro que por más medidas de seguridad digital que se adopten, nada te protege de la posibilidad de que te delaten. A su vez, las manifestaciones públicas, por más pacífica que sean, siempre representan un riesgo. Tenemos en nuestro haber varias fechas que lo confirman y lamentablemente son parte de nuestra historia. Así llegamos a este 2025 en donde como la florecita que rompe el asfalto, la libertad de expresión insiste en ser, bueno, libre. Lamentablemente, la realidad no es tan inocente como el ejemplo y el costo es grande aunque tengamos una sonrisa en la cara.
Qué sería la vida sin creatividad
En contextos hostiles y restrictivos como el venezolano, en donde los medios de comunicación han sido diezmados, las periodistas buscan crear un nombre propio en redes sociales y convertirse en sí mismas en medios de comunicación, a pesar de los riesgos que pueda representar. Una de las grandes ventajas de la democracia de la internet. En un contexto con medios de comunicación diezmados, además de una conectividad deficiente y poco confiable, las comunidades toman acción para complementar los esfuerzos por el flujo de la información. Así surge la infociudadanía: personas de la comunidad que se encargan por motus propio de la difusión de información que sea de relevancia para sus comunidades. Suelen hacerlo en grupos (medios comunitarios) o a título personal, dando espacio al periodismo hiperlocal y de servicio, además de ser una forma de evadir la censura y la intrusión. La solidaridad como valor es indispensable para que las comunidades puedan seguir adelante.
Por otro lado, hay que tener presente que Venezuela tiene un problema de infraestructura grave y que es una situación de potencial caos: el sistema eléctrico nacional no da abasto para satisfacer la demanda del país. Además, la penetración de internet depende de la expansión de empresas privadas (con precios en ocasiones prohibitivos) porque la institución nacional CANTV ha ido desmejorando sus servicios de forma dramática, incluyendo la pérdida de líneas telefónicas de hogar, servicios de telefonía celular y por supuesto, conectividad a internet.
¿Cómo hacer para que la gente se informe sin radio, sin televisión, sin internet? Una posible respuesta es: la creatividad, sencilla y artesanal pero que sirva para mantener a la gente informada. Por ejemplo, es así como el uso de carteleras y similares estrategias sirven para difundir información, una técnica utilizada hasta por instituciones públicas en las que se tramitan diligencias oficiales como solicitar la cédula. Si bien estas prácticas no te ahorran el viaje hasta la oficina del trámite, por lo menos es información oficial.
Las periodistas que siguen en su trabajo lo hacen con el riesgo inminente de caer en el radar del régimen lo que puede derivar en una detención arbitraria. De hecho, varios periodistas figuran actualmente en la lista de presos políticos del país por el solo hecho de ejercer su profesión. Como una forma de evadir la persecución, varios medios digitales se aliaron para crear dos avatares con inteligencia artificial que dieran las noticias, demostrando que también se puede hacer mucho más que sólo catfish con esta tecnología. Por otro lado, medios de noticias locales han creado canales en servicios de mensajería directa (WhatsApp y Telegram) para difundir información aprovechando la penetración que tienen estas aplicaciones en el país.
Cómo se ve el futuro
El trabajo en las comunidades y la acción directa en lo local han demostrado ofrecer una alternativa viable y que sí responde a las necesidades de la gente. Si bien no son soluciones perfectas y con alcance limitado, representan ejemplos valiosos de cómo el fortalecimiento de la democracia desde sus bases, con los recursos disponibles, puede generar cambios positivos.
En Venezuela, como en toda la región, necesitamos un entorno digital en sintonía con una democracia participativa e inclusiva que se desarrolle en beneficio de la ciudadanía y respete las diferencias. Desde Derechos Digitales seguiremos monitoreando el estado de situación de los derechos humanos en entornos digitales y las vulneraciones al derecho a la comunicación en Venezuela y en el resto de América Latina con iniciativas como el reporte En la Mira del Observatorio Latinoamericano de Amenazas Digitales (OLAD) y el trabajo continuo con aliadas en la región.