“El caso de Ola Bini se ha convertido en un emblema de la persecución que viven las personas expertas en seguridad digital en la región”, escribíamos hace unos meses en el marco de la presentación del libro “Colateral”, de Diego Cazar sobre el mencionado caso. Como organización que trabaja en la defensa de los Derechos Humanos en entornos digitales, hemos abordado este asunto en reiteradas oportunidades y apoyado la campaña #FreeOlaBini.
Se trata del programador sueco detenido en 2019 en Ecuador, acusado de ser cercano a Wikileaks y de participar en intentos para desestabilizar al gobierno ecuatoriano. En agosto de 2019, la fiscalía general del Estado lo acusó de acceso no consentido a un sistema informático de la Corporación Nacional de Telecomunicaciones (CNT) en el año 2015.
Bini fue arrestado el 11 de abril de 2019 cuando pretendía viajar a Quito con destino a Japón, apenas unas horas después de que el Gobierno ecuatoriano, bajo el mandato de Lenín Moreno, pusiera fin al asilo de Julian Assange en su Embajada en Londres.
En esa ocasión, escribíamos que “no existen antecedentes suficientes ni para la inicial acusación de ser parte de una red de espionaje digital, ni de otras de ‘defraudación fiscal’ o ‘tráfico de influencias’, manteniéndose hasta hoy una investigación con características de persecución política”.
Ola Bini salió en libertad luego de 70 días mediante un recurso de hábeas corpus. El vínculo entre Bini y Assange fue utilizado en reiteradas ocasiones durante el juicio y luego de este. El 31 de enero del 2022 un tribunal ratificó, por unanimidad, la inocencia de Ola Bini.
Sin embargo, el viernes 5 de abril de 2024, más de un año después de haber declarado la inocencia de Ola, un tribunal de apelaciones revocó el fallo de inocencia dictado en 2023 y lo condenó a un año de prisión y a una multa de 1.840 dólares. El 8 de abril de este mismo año, tres días después del fallo, un tribunal de la provincia de Pichincha (Ecuador) aceptó la solicitud de suspención de la condena presentada por la defensa de Ola. Además, estableció nuevas condiciones para el sueco que deberá “presentarse cada 15 días ante la autoridad competente, no salir del país sin autorización del juez, tener domicilio determinado, ejercer un trabajo, profesión u oficio; no ser reincidente y no ser procesado por otra causa”.
Durante estos años, la sociedad civil, y la defensa de Binihan denunciado diversas irregularidades en el proceso que deberían haberse resuelto en 2019, todo como resultado de un proceso que ha sido suspendido varias veces.
Más allá de la suspensión condicional de la pena de un año de cárcel impuesta por el delito de acceso no consentido a un sistema informático en grado de tentativa, el abogado a cargo del caso Carlos Soria Ávila, nos comentó que apelará para que en la instancia de casación los jueces de la Corte Nacional de Justicia analicen los fallos.
Según palabras del abogado, el caso representó una “pena ambivalente”, es decir, “tiene un componente de privación de libertad en un centro de detención, un año, por haber sido un tema de tentativa, y no haberse consumado el supuesto delito”. Sin embargo “la pena fue suspendida para que pueda ser cumplida fuera de un centro carcelario, pero esto solo en caso de que perdamos la apelación y el recurso de casación”, proceso que todavía continúa.
Soria Ávila nos dijo que en su opinión “El fallo es completamente ridículo, antitécnico, antijurídico, incluso porque hacen precisiones ajenas al ordenamiento jurídico nacional, e incluso a nivel dogmático. El razonamiento de la pena es que, porque Ola tiene el conocimiento y tiene las capacidades para poder cometer un delito por su formación en este ámbito, lo hacen responsable de haber intentado cometer el delito”. Es decir, “ni siquiera es porque haya hecho algo, sino porque tiene las capacidades”. Se refiere a la pena como una “criminalización del conocimiento pura y dura, en la que se pretende generar miedo en las personas que se dedican a la seguridad y privacidad digital”. Destaca también, que “el profundo desconocimiento del tema técnico en el país es asombroso. Es preocupante, además porque se está persiguiendo a los defensores de los derechos digitales. Y esto es un aliciente perverso para el Ecuador”.
En una conferencia en 2013, Ola Bini propuso la posibilidad de transformar a Ecuador en un paraíso de la privacidad informática. Hoy declara: “Yo pensé que en ese entonces existía la posibilidad, pero la verdad es que el panorama político ha cambiado mucho. Lamentablemente, no estoy seguro si es posible recuperar esta posibilidad ahora. Hay otras luchas más importantes, como por ejemplo reformas sobre ciberdelitos, o la figura de agente informático encubierto”.
En la condena a Bini se mencionó lo peligroso que podría ser debido a sus conocimientos técnicos. Al respecto, opina: “Los jueces dijeron claramente que me condenan porque yo tengo la posibilidad de cometer delitos por mis conocimientos. Y claro, es muy peligroso para muchas personas en Ecuador, pero especialmente personas que trabajan con ciberseguridad”.
Asimismo, destaca que las auditorias de seguridad son medidas muy importantes para mantener la seguridad. Sin embargo, es difícil determinar si el conocimiento adquirido podría ser suficiente para una condena. Actualmente subraya, “sería muy peligroso estudiar estos temas. Vamos a quedar sin expertos que sepan cómo protegernos, y el resultado es que habrá más incidentes y ataques de ciberseguridad”.
La seguridad informática es un problema grave en Ecuador. En el año 2019, ocurrieron las filtraciones de Databook y Novaestrat, donde se filtraron datos personales de la población de todo el país. Estos casos marcaron el inicio de muchas filtraciones de datos y fallas de seguridad que no han parado desde entonces.
Dentro de este contexto, lo que Ecuador necesita son personas con conocimientos en seguridad digital para fortalecer los sistemas y garantizar la seguridad de los datos de la ciudadanía. En lugar de penalizar el conocimiento técnico, como si estuviéramos viviendo en la Edad Media, necesitamos fomentar un mayor conocimiento y una mayor investigación.
Es más urgente que nunca contar con conocimientos en seguridad informática que ayuden a tener sistemas más seguros.