Si los responsables de Cuevana, Taringa, The Pirate Bay, Rojadirecta, entre muchos otros sitios infringen o no las leyes de Propiedad Intelectual vigentes, es un asunto discutible y que será objeto de litigios y acalorados debates en lo sucesivo. Pero es importante tener presente que, además del público como nosotros y los sitios cuestionados, están los titulares (dueños) de los derechos de autor, directos beneficiados por las leyes de propiedad intelectual y cuya conducta comercial y legal es una clara señal de cómo el sistema vigente en esta materia no es capaz de equilibrar los intereses en juego.
Actualmente, las leyes de derechos de autor otorgan a los autores, sin necesidad de registrar su obra ni poner ningún aviso en las mismas, la exclusividad del manejo de determinados usos sobre las obras creadas, tales como la copia, comunicación a público y modificación de las mismas. Esta exclusividad la otorga la Ley, con el objetivo de fomentar la creación y distribución al público de las obras creadas. Al mismo tiempo, sin embargo, estos derechos exclusivos conforman un mal necesario, que para los economistas tiene una denominación clara: monopolio. Cabe preguntarse entonces: ¿logra el monopolio sobre obras intelectuales una mejor creación y difusión cultural, o simplemente incentiva esquemas absurdos de precios y productos de baja calidad?
Mientras la industria de contenidos reclama la distribución no autorizada de sus obras, elude explicar seriamente por qué algunos sitios creados por aficionados han logrado niveles de éxito, publicidad y figuración en Internet que la misma industria podría haber conseguido fácilmente (y no lo ha hecho), toda vez que cuentan con más recursos y un marco legal favorable.
Nuevamente, la respuesta desde la economía es clara: el monopolista carece de incentivos para competir por calidad o escala, sino que tiende a producir lo menos posible al precio más caro posible. La industria cultural no es indiferente a esta tendencia, y la mal llamada piratería digital (y hasta física) desde ese enfoque no es más que una respuesta lógica frente a las fallas que se generan en este mercado, al existir audiencias que desean contenidos de calidad y a precios razonables, y se frustra con las ofertas legales existentes (si es que llega a conocerlas).
En este marco, si un sitio hecho por aficionados y con recursos escasos puede convertirse en un referente regional en materia de distribución de contenidos, cabe entonces preguntarse cuál es el real problema detrás del caso de Cuevana y otros similares: ¿la conducta indebida de unos estudiantes de informática o un monopolio descontrolado sobre las obras artísticas, culturales y científicas?
*[Nota: estamos trabajando en una serie de columnas sobre el caso Cuevana en Argentina, debido a la compleja discusión sobre derechos de autor e Internet que significa. Esta columna es la segunda entrega; la primera es
“A propósito del bloqueo a Cuevana: los derechos humanos en juego“].
**Foto CC BY minor9th NC.