En Estados Unidos es usual encontrar sitios web que denostan, atacan y aún hacen mofa del gobernante de turno, desde un “Bush Miente” a un “Obama Miente”. Lo mismo acontece en Inglaterra, que ha llegado hasta un “Tony Blair Criminal de Guerra”. También en España, con “Zapatero Mentiroso”. Y, sin necesidad de viajar tan lejos, cruzando los Andes, encontramos “Kirchner Miente”, que no trepida en atacar al gobernante argentino. Ninguno de estos sitios intenta granjease la amistad del gobierno de turno, sino muy al contrario hacer una franca e inequívoca oposición a él. Estos sitios funcionan sin percances, ni inconvenientes, y ninguno de los personajes públicos aludidos osaría demandar el cese de su servicio.
En Estados Unidos es usual encontrar sitios web que denostan, atacan y aún hacen mofa del gobernante de turno, desde un “Bush Miente” a un “Obama Miente”. Lo mismo acontece en Inglaterra, que ha llegado hasta un “Tony Blair Criminal de Guerra”. También en España, con “Zapatero Mentiroso”. Y, sin necesidad de viajar tan lejos, cruzando los Andes, encontramos “Kirchner Miente”, que no trepida en atacar al gobernante argentino. Ninguno de estos sitios intenta granjease la amistad del gobierno de turno, sino muy al contrario hacer una franca e inequívoca oposición a él. Estos sitios funcionan sin percances, ni inconvenientes, y ninguno de los personajes públicos aludidos osaría demandar el cese de su servicio.
Sin embargo, en Chile la situación parece no ser la misma. Recientemente nos hemos enterado de que un sitio web de similares características ha recibido fuerte presión para desconectarse de Internet. De hecho, el responsable del sitio han sido demandado. La demanda intenta quitarle el nombre de dominio y asignarlo a quién, según la parte demandante, es su legítimo dueño, nuestro actual Presidente, Sebastián Piñera.
Independientemente de la simpatía o no que provoque el sitio web “Piñera Miente”, no cabe duda que él no es un caso de abuso de derecho. De hecho, el sitio web hace precisamente ejercicio de la libertad de expresión. ¿Cuál es el sentido de la libertad de expresión en una sociedad democrática si se acalla el discurso disidente? ¿En qué nos diferenciaríamos de un régimen totalitario cualquiera sea su color?
Es sorprendente que aquello que es completamente legítimo en otras y tan diferentes latitudes, en Chile pueda ser percibido como ilegal. ¿Es que la libertad de expresión es menos valiosa en nuestro país? ¿No deberíamos acaso promover este ejercicio en Internet, particularmente si consideramos las limitaciones que hoy enfrentan los medios de comunicación tradicionales? Si Internet es y será el entorno en el cual se verifica el debate público, ¿por qué erradicar de la red a quienes disienten de nuestras opiniones?
Personalmente me parece paradigmático que nuestro Presidente abrace sin dificultades el liberalismo económico y hasta cierto punto un liberalismo político, pero tenga dificultades en aceptar el discurso adverso y, peor aún, intente sofocar tal discurso forzando al actual titular del nombre de dominio a renunciar a él. ¿Habrá sido tal demanda una instrucción del Presidente o simplemente el exceso de celo de un complaciente asesor o subalterno? Quisiera creer que este último es el caso, que la intolerancia no es de nuestro mandatario, sino fruto del delirio de algún obscuro personaje de tras bambalinas. Es en estos casos críticos donde podemos ver los contornos de los derechos fundamentales, en este caso, de la libertad de expresión. En una democracia extrañamos un compromiso mucho más explícito de nuestras autoridades elegidas a favor de este derecho fundamental.
Sin embargo, en Chile la situación parece no ser la misma. Recientemente nos hemos enterado de que un sitio web de similares características ha recibido fuerte presión para desconectarse de Internet. De hecho, el responsable del sitio han sido demandado. La demanda intenta quitarle el nombre de dominio y asignarlo a quién, según la parte demandante, es su legítimo dueño, nuestro actual Presidente, Sebastián Piñera.
Independientemente de la simpatía o no que provoque el sitio web “Piñera Miente”, no cabe duda que él no es un caso de abuso de derecho. De hecho, el sitio web hace precisamente ejercicio de la libertad de expresión. ¿Cuál es el sentido de la libertad de expresión en una sociedad democrática si se acalla el discurso disidente? ¿En qué nos diferenciaríamos de un régimen totalitario cualquiera sea su color?
Es sorprendente que aquello que es completamente legítimo en otras y tan diferentes latitudes, en Chile pueda ser percibido como ilegal. ¿Es que la libertad de expresión es menos valiosa en nuestro país? ¿No deberíamos acaso promover este ejercicio en Internet, particularmente si consideramos las limitaciones que hoy enfrentan los medios de comunicación tradicionales? Si Internet es y será el entorno en el cual se verifica el debate público, ¿por qué erradicar de la red a quienes disienten de nuestras opiniones?
Personalmente me parece paradigmático que nuestro Presidente abrace sin dificultades el liberalismo económico y hasta cierto punto un liberalismo político, pero tenga dificultades en aceptar el discurso adverso y, peor aún, intente sofocar tal discurso forzando al actual titular del nombre de dominio a renunciar a él. ¿Habrá sido tal demanda una instrucción del Presidente o simplemente el exceso de celo de un complaciente asesor o subalterno? Quisiera creer que este último es el caso, que la intolerancia no es de nuestro mandatario, sino fruto del delirio de algún obscuro personaje de tras bambalinas. Es en estos casos críticos donde podemos ver los contornos de los derechos fundamentales, en este caso, de la libertad de expresión. En una democracia extrañamos un compromiso mucho más explícito de nuestras autoridades elegidas a favor de este derecho fundamental.