El 15 de diciembre tuvo lugar un taller propuesto por la consultora Crítica en el marco de su ciclo de charlas “Reimaginar el futuro”, una reflexión compartida sobre el llamado colonialismo de datos, tomando como provocación inicial la publicación The Costs of Connection: How Data Colonizes Human Life and Appropriates it for Capitalism (Stanford University Press, agosto de 2019).
Allí, los autores afirman que “el papel de los datos en la sociedad debe entenderse no solo como un desarrollo del capitalismo, sino como el inicio de una nueva fase en la historia de la humanidad que rivaliza en importancia con la aparición del colonialismo histórico”.
Las diferencias respecto al colonialismo original, deriva en que no se trata únicamente de recursos naturales o mano de obra barata: ahora avanza en un conocimiento extremo de la vida humana a través de la explotación de los datos que derivará en una nueva etapa del desarrollo del capitalismo. Si bien los modos, intensidades, escalas y contextos cambiaron, la función subyacente sigue siendo la misma: adquirir recursos de los que se pueda extraer valor económico.
Durante su intervención inicial, Jamila Venturini afirmó que este “es un aspecto que se constata cotidianamente en la labor de las organizaciones de la sociedad civil que trabajamos con derechos humanos y tecnologías de la región”. Uno de los ejemplos mencionados por ella fue el caso de WhatsApp para varios países de América Latina, donde se proponen términos y condiciones distintos de aquellos ofrecidos para la ciudadanía en Europa, y las propias empresas generan distintos tipos de acciones de incidencia en los congresos de la región. “Los avances de las empresas en desarrollar infraestructura propia de conectividad, muchas veces enfocándose en comunidades más vulnerables como ha pasado en Brasil, como los acuerdos de zero rating con las empresas de comunicaciones cooptando a buena parte de nuestra población en un acceso precario a internet”, señaló.
La problemática de la pandemia Covid-19 también se hizo presente, al mencionarse el abuso en la generación de acuerdos para instituciones públicas, donde se obliga a aceptar la entrega de datos de grupos que antes se encontraban desconectados. Otro de los ejemplos mencionados por Jamila fue el ámbito de la educación: “en instituciones educativas ese fenómeno se produjo con claridad: niños, niñas, adolescentes y docentes fueron forzados a aceptar acuerdos de uso de datos, que como mínimo, son muy poco transparentes respecto a qué se puede hacer con esa información”.
Durante el conversatorio se produjo un interesante intercambio respecto a alternativas y acciones posibles para descolonizar los datos. Para ello, es necesario ejercitar en forma continua el sentido crítico respecto a “qué tipo de materia prima son los datos, cómo se producen, en beneficio de quién, y si la mera transferencia de la propiedad y el control de los datos de las empresas multinacionales al Estado son suficientes en detener el extractivismo.”