No puedo creer que tengamos que seguir hablando de lo mismo, pero aquí estamos, tres años después y todavía es necesario tener que dedicarle líneas al sinsentido que enfrenta Diego Gómez, el biólogo colombiano acusado de infringir la ley de derecho de autor en su país.
Un breve resumen del caso: en 2012, mientras estudiaba en la Universidad del Quindío, Gómez subió a Scribd una tesis de grado sobre taxonomía de anfibios que encontró en internet. Pensando que la información podía servirle a alguien más, compartió el enlace con su grupo de estudio. Dos años más tarde recibió una citación de la fiscalía. El autor de la tesis lo estaba demandando y enfrentaba una pena de hasta ocho años de cárcel y una multa millonaria.
Diego Gómez no es un pirata, no plagió ni lucró con el documento, sino que hizo lo mismo que millones de personas hacen a diario en internet: compartió con otros algo que le pareció interesante. Hoy, cuando muchos confunden internet con redes sociales, ¿qué duda cabe de que “compartir” es la acción por defecto en la red? Esto no significa que el intercambio de cualquier tipo de material deba permanecer impune, sino que es importante comprender el contexto en el que ocurre el acto: qué tipo de material, con qué fin, a través de qué medio, cuáles fueron las consecuencias. Atendiendo a esos criterios, la Justicia colombiana declaró inocente a Diego Gómez en primera instancia, pero –tozudamente- el demandante ha decidido apelar el fallo.
Esto es terrible por varias razones, principalmente porque significa que Diego y la Fundación Karisma, que le ha prestado asistencia y apoyo desde el principio, deben dedicar tiempo y dinero para seguir peleando el caso en la Corte, en vez de hacer otras cosas. Y en un sentido más amplio, porque es muy difícil avanzar en la necesaria discusión respecto a derechos de autor, internet y acceso a la cultura en América Latina si tenemos que estar constantemente volviendo al punto cero del asunto.
Hace diez o quince años, la discusión sobre derecho de autor y acceso a la cultura ocupaba un lugar central en la agenda relativa a derechos fundamentales e internet. Hoy son otros los temas prioritarios, relegando la discusión sobre derechos de autor a un modesto segundo plano. Las fuentes de financiamiento para realizar proyectos en esta línea han disminuido, mientras que para muchos miembros de la sociedad civil se trata de un tema añejo y donde las oportunidades son escasas.
Y es cierto, una parte importante del discurso (y de las luchas) en favor del acceso y los derechos de los usuarios en el marco de la discusión sobre derecho de autor están fuertemente ancladas a un modelo de internet que ha cambiado drásticamente y que cada vez se parece menos al panorama actual. En ese sentido, el caso de Diego Gómez es paradójico: por un lado es un recordatorio de que las amenazas que identificamos ya hace mucho siguen vigentes. Por otro, ejemplifica el tipo de cuestiones que demandan tiempo y atención, y que no permiten complejizar ni actualizar la discusión.
¿Qué lugar ocupa la discusión sobre excepciones al derecho de autor en un entorno digital que tiende al streaming y el micro-licenciamiento de contenidos? ¿Cómo avanzamos la discusión en torno al acceso a las obras intelectuales realizadas con fondos públicos? ¿Es posible proponer una agenda positiva de reforma al derecho de autor en el marco de los acuerdos económicos multilaterales? ¿Qué relación existe entre derecho de autor y colonialismo, y cómo debiesen las políticas públicas que rigen a los países del sur global encarar esta asimetría de poder? Sin pensarlo mucho, estas son algunas de las preguntas que me parecería interesante trabajar y estoy seguro de que hay otras mejores.
Mientras buscamos la forma de hacer espacio en la agenda para ensayar respuestas, enfrentemos aquello que es urgente:
La Fundación Karisma esta organizando una colecta para poder pagar los altos costos que tiene la defensa legal de Diego Gómez. Para ello han armado una campaña en Generosity de Indiegogo y buscan recaudar la no despreciable suma de 40 mil dólares durante las próximas 3 semanas. Si crees en la importancia de compartir el conocimiento y que Diego Gómez no es un criminal, entonces por favor dona a la causa. Todo suma.
La plataforma para realizar las donaciones la encuentras acá.
Más información sobre la campaña acá.